sábado, 16 de septiembre de 2017







  
Su videocámara marcaba memoria llena. Era hora de desplegar el veneno que acabaría con la vida del pequeño san Bernardo que se desangraba en la pecera que alguna vez tuvo peces. 
La idea del desquiciado  Eddy Templaton era subir vídeos en la Internet. Cuesta pero se puede encontrar el visitado foro de cine snuff y gente que sin escrúpulos quiere aprender anatomía con sus propias manos.  
Eddy no contaba con trabajo ya que no podía estar todo un día en contacto con la gente. El poco y mal ganado dinero que le generaban sus vídeos le servía para salir de su sótano ubicado bajo la cafetería más concurrida de la ciudad. Era hora de dormir, entre tubos de ensayo y guantes ensangrentados, Eddy cerraba sus enormes ojos. 

El olor a carne descompuesta y las habitaciones que había abierto moscas que revoloteaban a unos metros donde descansaba sus ojos con visiones de lo que pudo y no le hizo a ese san Bernardo. 
Llegaba el momento de abrir sus ventanas que mostraban un paisaje de cemento y ladrillos del viejo edificio de enfrente. En una gaveta llena de cables enredados como luces de navidad insertaba su mano en busca del cable compatible de la cámara donde hacía ya una noche había grabado barbaridades inimaginables. No pasaron muchos minutos para que el reciente vídeo de Eddy se plagara de visitas de sus fieles y dementes seguidores. 
El trabajo estaba hecho, la luz solar que señalaba en dirección al sótano de Eddy segaba sus ojos y de una forma brusca cerraba sus cortinas cortando de lleno el hermoso día y dando paso a su amada oscuridad. La nube de humo de cigarrillo adornaba el ambiente, un cigarrillo tras otro y sentado frente a su computadora, veía como se le sumaban nuevas y muchas más visitas de lo normal. Sería un muy buen mes para Eddy. Solo quedaba un día para que el dinero generado por sus vídeos sea depositado en su activa cuenta donde recibía y al mismo tiempo compraba animales exóticos.
Todo estaba planeado, su próxima compra sería el dragón barbudo de doscientos dólares que se mostraba como novedad en la tienda de la esquina.
Eddy le daba mucha vergüenza seguir mintiendo y dando escusas baratas de su pequeña supuesta granja que debería contar con  más de treinta animales. 

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